Mantener la tensión durante un relato de terror, no es fácil. Sobre todo, cuando lo único que cuentas es la imaginación del lector y unas palabras sobre el papel. No tienes una música que ponga los pelos de punta ni tan solo unas imágenes sugerentes.
Es por ello que siempre he opinado que donde mejor se desenvuelve este género, es en la novela corta.
Este formato, permite presentar unos personajes, una ambientación y una premisa, sin llegar a cansar al lector, pero tampoco sin ser tan breve como un cuento, que puede dejar al lector con ganas de más.
Así que es totalmente lógico, que donde el terror estuvo más a gusto, fue en lo que se conocía popularmente como novelas de a duro.